El PF Richard “El Chino” Aguilera hace varios años se viene desempeñando en el ámbito del futsal. En esta columna de opinión nos explica las demandas del deporte y cómo mejorar el rendimiento.


En los últimos años la popularidad del fútbol sala ha devenido en ascendencia en cuanto a la práctica del mismo en todas partes del mundo. Su primer mundial se jugó en 1989 con apenas 16 equipos, pero sus inicios se remontan a 1930. Si bien se encuentra instalado desde hace varios años, existen pocos trabajos de investigación científicos sobre el deporte. Los artículos abordados, en su mayoría, solo se analizan en situación de partido o las demandas fisiológicas en jugadores durante un partido.

El fútbol sala es un deporte de colaboración y oposición en un espacio común en el cual los jugadores deben cumplir tareas defensivas y ofensivas en un alto nivel de intensidad constante, a diferencia de otros deportes de dinámica intermitente, este se compone de un gran volumen de múltiples esprints repetidos con recuperaciones incompletas, parados, caminando o trotando. La demanda de esfuerzo de alta intensidad en los jugadores de élite puede variar según la táctica propuesta por el director técnico, exceptuando el arquero, con gran predominancia de los sistemas fosfógenos. Se comprende que es un deporte de carácter oxígeno-independiente en el cual la velocidad cíclica máxima posible a alcanzar en situación de juego <top speed> puede ser la diferencia entre ganar o perder un partido en el último minuto.

Desde una perspectiva fisiológica, la demanda de repetidos esprints con pausas incompletas genera la depleción de adenosín trifosfato (ATP) y fosfocreatina (PCr), lo que da como resultado la acumulación de metabolitos por la acción de las fibras rápidas de tipo 2a y 2x en la musculatura contráctil utilizada. Este proceso induce a la fatiga neuromuscular del jugador, lo que en muchos casos deja entrever una caída del rendimiento en cuanto a la potencia voluntaria máxima.

El entrenamiento de la fuerza, tanto básica como especifica actúa de manera directa en el retraso de la fatiga antes nombrada, también colaboran optimizando la velocidad y la resistencia, generando jugadores con alto niveles de potencia, más eficientes en el juego y con mayor reducción de riesgo de lesiones musculares. Si bien no se pueden prevenir las lesiones, existen ciertos factores internos y externos que el preparador físico debe conocer y tener en cuenta como la edad, el historial, la musculatura estresada post partido o training y/o la optimización de cargas tanto de competencia como de no competencia.  

A modo de cierre, cabe destacar que la preparación física en el fútbol sala debe acompañar el modelo de juego que propone el técnico y no sobreponerse al mismo, de nada sirve tener jugadores muy veloces o fuertes si no colaboran a lo pedido tácticamente por el coach, como así tampoco jugadores que tácticamente son un cerebro pero que el físico los perjudica.

Así como en todos los deportes abiertos de alto rendimiento, el fútbol sala se encuentra dentro de las matices del “depende”: nada puede considerarse lineal, blanco o negro, no hay fórmulas mágicas del éxito, solo trabajo y constancia del día a día. Esto es algo que los profes, junto al cuerpo de trabajo, deben tener en cuenta. Siempre se mira el objetivo a largo plazo, (campeonatos, ascensos, jugadores fuertes, jugadores explosivos) pero nunca los medios para iniciar el camino a los objetivos (materiales, espacios, materia prima) ni un sin fín de factores externos que forman parte de las matices que cada profesional encuentra en su grupo.

Es por ello que no se pueden “copiar” metodologías ni pretender superponerse al juego que propone el coach.

Richard Aguilera.

Entrenador Personal

Preparador Físico Club Atlético Temperley.

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